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viernes, 25 de noviembre de 2011

Ensalada de salmón y naranja





Limpio y Sencillo
Hay personas que aparentan ser normales, pero no lo son. Son especiales.
Tienen algo distinto. No sabes muy bien qué. 
Creo que en algunos casos es la bondad. Pasa con los niños pequeños. La inocencia, la blancura que llevan dentro se ve desde fuera. Esos ojos limpios con los que te miran cuando no entienden algo o cuando se sienten heridos. 
Hay adultos que conservan esa mirada.  Muy pocos. Pero qué valiosos son. 
Otras veces es la sencillez. Personas que no tienen recovecos, que lo que ves es lo que hay, que son francos y que siempre actúan con buena voluntad. Qué escasos. Qué imprescindibles.
Otros son voluntariosos, siempre esforzándose por hacerlo bien, sin quejarse. Personas que lo dan todo, sin darse cuenta de cuánto dan. Responsables, trabajadores, sin pedir a cambio lo mismo de los demás.

Conozco a gente así. ¡Qué afortunada soy! La tengo alrededor.
Son esas personas que sacan lo  mejor de ti, que te hacen reflexionar y no ser tan cascarrabias. Que sin decir nada te enseñan lo realmente valioso.  
No sé porqué algunos son así y otros no. 
Yo no lo soy.

Sin embargo, estas personas no son las que triunfan. Si no te fijas casi ni se ven. No se esconden, son discretas nada más.
¿A quiénes vemos? ¿quiénes tienen más éxito? 
Los listillos, los caraduras, los que mienten mejor, los de pocos escrúpulos, los que sacan lo mejor de  otros y se lo quedan, los que esconden su yo porque es feo,...

Somos complicadas las personas. 
Nos atrae la malicia, la oscuridad, el misterio, las miradas que esconden un secreto. Las segundas intenciones, las medias sonrisas, lo que no nos dicen es lo que buscamos, es lo que nos gusta. Si alguien parece que tiene un "pasado" ¡qué interesante!

¿Por qué?

Hablaba con mi hija mayor de la forma de mirar. Las cosas que se pueden ver en unos ojos. Miradas limpias, miradas profundas, tristes, alegres, astutas...
Yo intentaba explicarle las sutiles diferencias que hay entre unas y otras. Ella preguntaba y preguntaba. Yo casi no sabía responder. 
Y ella dijo entonces: ¿cómo sabes todo eso? ¿dónde lo has aprendido?
Y volví a darme cuenta de los años que tengo. 
Miré a mi hija, sus ojos limpios. 

Le di un abrazo, y durante un rato no hablamos de nada más.


Ingredientes

  • 1/2 Lechuga
  • Salmón en lonchas
  • 1/2 Naranja
  • Mermelada de tomate
  • Crocanti de almendras
  • 1/4 Piña natural
  • Aceitunas negras 4 ó 5
  • Aceite virgen
  • Sal
  • Vinagre de jerez

¿Cómo se hace?
  • Pues es una ensalada. Se parte en trocitos la lechuga, la piña, la naranja, las aceitunas y el salmón.
  • Se añaden las almendras, que le aportan el toque crujiente,  la mermelada de tomate, se salpimenta y aliña con el aceite y vinagre y a comer.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sorbete mousse de mojito


Rarezas

Aparte de ocupada, llevo una temporada rara. 
Debe de ser la edad y los cambios hormonales. Es una razón perfecta que las mujeres nos podemos permitir. Ya que sufrimos la locura hormonal, por lo menos podemos utilizarla como excusa.
Me agobio por todo. Con la cosa más pequeña me  enfado. Tengo mal genio, muy malo.
A veces siento que me falta espacio. Me enchufo los cascos y salgo a caminar, a paso ligero. Y siento que es como una huida hacia adelante.
Tengo mi trabajo y las tareas caseras (tediooooooosas). Y qué desagradecidas son las puñeteras. Cuando por fin acabas de ordenar, hay que volver a empezar. 
Lo del agradecimiento me ha dado que pensar. 
No agradecemos a los demás lo que hacen por nosotros, o por lo menos no lo suficiente. Y nadie nos agradece lo que hacemos por ellos. Me refiero a esas tareas imprescindibles, como hacer la comida, la compra o lavar la ropa. 
Pero si tuviéramos que pasarnos los días agradeciendo sería una lata.
Y sin embargo, qué bien sienta cuando te lo dicen.
¡Gracias!. Es tan sencillo.

Es una gran fuente de insatisfacción e infelicidad que tu trabajo no se valore.
Recuerdo una vez, una frase.


La mujer intenta hacerle ver al marido que su trabajo en casa es valioso, que gracias a esa dedicación durante los últimos siete años sin trabajar fuera, cuidando la casa y criando a los hijos, él pudo hacerse unos cursos que le han permitido mejorar en el trabajo, hacer un viaje de estudios para perfeccionar el inglés que duró tres semanas, organizarse sin ocuparse de ninguna tarea casera, ni llevar a los niños al médico, ni acudir a reuniones escolares, ni levantarse de madrugada, ni lavar ni planchar ni fregar ni cocinar...

Y el marido responde: pero eso lo has hecho porque has querido.
Hay frases que se sienten como puñetazos.


Pero claro. Es verdad. Porque he querido.
Las decisiones que tomamos son nuestras decisiones. Aunque uno espera que los sacrificios y esfuerzos se reconozcan un poquito, o incluso un gracias de vez en cuando.


De ahí la frustración. Muchas veces no se reconocen.


Por eso mientras camino con la música sonando en mis oídos pienso: esto que hago, lo hago porque quiero, las elecciones que he hecho en mi vida, las renuncias, las he hecho porque he querido. No debo esperar agradecimiento. Quiero hacerlo así, porque creo que es lo mejor.
Y sigo caminando, más rápido, tarareando bajito. Huyendo hacia adelante.


Quizá yo tenga también mucho que agradecer y no me doy cuenta.


Ingredientes
  • 200 gr de azúcar
  • 200 ml de agua
  • 1 manojo de menta fresca
  • 100 ml de ron
  • 4 limas
  • 1 chorrito de nata líquida
  • Helado de vainilla
¿Cómo se hace?
  • Hacemos un almíbar ligero con el agua y el azúcar. Hervimos más  menos 10 mn.
  • Retiramos del fuego y añadimos el manojo de menta.  Lo dejamos infusionar unos minutos.
  • Dejamos enfriar por completo.
  • Colamos. 
  • Añadimos el jugo de las 4 limas, el ron, la nata líquida y el helado de vainilla.
  • ¿Cuánta nata y cuanto helado? Depende de lo cremoso que lo queráis. 
  • Si montamos la nata antes de añadirla y dejamos reposar en la nevera hasta el día siguiente, se convierte en mousse. 
  • Si añadimos la nata líquida sin montar, es un sorbete cremoso que se puede tomar con pajita.
  • Los niños lo pueden tomar si le quitamos el ron. Les resulta muy refrescante. El sabor agridulce les encanta (a mis peques).

A mí también.

lunes, 14 de marzo de 2011

Ensalada de gulas y setas. Tostas de lomo y pan de pasas.

Perder la paciencia

"¿Cómo es posible que tenga yo esta mezcla, y no me refiero a la ensalada?  
Parece que fue ayer, cuando me pongo a pensarlo. Yo nunca fui muy equilibrada."

Me miro al espejo y veo a alguien que quiero ver, pero que no es quien soy.

Mi equilibrio nació hace 11 años y unos meses (no los quiero contar). Hasta entonces todo era un sinsentido. A partir de ese momento, la vida pasó a tener carita y sonrisa. Por si esto fuera poco, se repitió la historia 4 años después. Esta vez mi vida tenía el pelo rubio.

Y yo me lo tomé como si nada, como si eso fuera lo más natural. 
Y no lo es.
Es la lotería que te toca todos los días. El sol que sale por las mañanas o la lluvia que moja tu cara.
Es el día de Navidad lleno de gritos y regalos. El aburrimiento de una película una tarde de  sábado. 

Y alargas la mano... y ahí está, esa piel suave. 
Tuerces la cara un milímetro y das un beso, que te es devuelto con abrazos, y "te quiero mami".

"Y yo también a ti cariño". 
Y eso no es ni la milésima parte de la verdad.

Entonces... ¿por qué?

A veces me siento identificada con Dexter
Con su oscuro pasajero. De vez en cuando sale. 

Uno se cree que está controlado, dormido, dominado.

Y en un segundo te despistas y sale por tu boca. 
Vocifera. Manotea. 
Se asoma por tus ojos y pone esa mirada tan amenazadora. 

Perder los nervios. 
"Es normal, todos nos cansamos alguna vez. O se acaba la paciencia"

Mentira.

No soy yo. 
Es el monstruo que todos llevamos dentro. 

Excusas.

Ingredientes para la ensalada
  • 1 tomate negro
  • 1 envase de gulas frescas
  • 1 tortilla francesa
  • 1 cebolla pequeña
  • 2 sombrerillos de setas
  • Aceite de oliva virgen
  • Sal y pimienta
  • 1 diente de ajo
  • Vinagre de Módena en crema (en cualquier super: Mercadona, Carrefour...)

¿Cómo se hace?
  1. Se corta la cebolla en trocitos y se pocha despacio en la sartén, con un poquito de aceite.
  2. Se cortan las setas en tiras y se añaden a la sartén, hasta que estén hechas.
  3. Se corta la tortilla en trocitos y se añade. Remover unos segundos.
  4. Se salpimenta y se retira.
  5. Las gulas se preparan según gusten. Nosotros las pasamos por la sartén para que entren en calor con un  ajito refrito.
  6. Se mezcla con las setas y lo demás. Removemos para mezclar.
Se monta la ensalada así:
En la base rodajas de tomate.
Encima todo lo que hemos cocinado. Calentito.
    Se aliña sólo con vinagre de módena.


    Ingredientes para las Tostas de lomo y pan de pasas.
    • Pan de pasas tostado
    • Queso crema (de untar, tipo Philadelphia)
    • Lonchas finas de lomo.
    • Aceite virgen.
    • Orégano seco.

    ¿Cómo se hace?
    Se unta el pan con el queso y se cubre con las lonchitas de lomo. Se riega con unos hilillos de aceite y se espolvorea con orégano.

    Se toma antes de que se enfríe la ensalada.
    Acompañado de una cerveza (¿vale sin alcohol?) 

    jueves, 16 de septiembre de 2010

    Bocaditos de calabaza y almendra



    Ingredientes
    • 300 gr de calabaza cocida, muy bien escurrida y hecha puré
    • 150 gr de azúcar
    • 3 huevos grandes
    • 100 gr de mantequilla en pomada
    • Zumo de 1 naranja (3/4 de un vaso más o menos)
    • 100 gr de harina
    • 100 gr de almendra molida
    • 2 papelillos dobles de gasificante (Mercadona)
    • Azúcar glass

    ¿Cómo se hace?
    1. Batimos los huevos con el azúcar hasta espumar.
    2. Añadimos la mantequilla y batimos de nuevo.
    3. Añadir calabaza y volver a batir.
    4. Añadir el zumo y batir de nuevo.
    5. Añadimos la almendra y mezclamos, con varillas o ya manualmente.
    6. Por último, mezclamos los gasificantes con la harina y esto lo añadimos a la mezcla anterior. Removemos hasta que esté bien mezclado.
    7. En un recipiente de horno, cubierto con papel vegetal vertemos este preparado.
    8. Horneamos a 200º durante 15 mn y bajamos a 170º, dejándolo así unos 30 mn más.
    9. No hay que olvidarse de vigilar. Los hornos son impredecibles.
    10. Espolvoreamos con azúcar glass en el momento de servir.Una vez fría se puede partir en pequeños bocaditos. Quedan jugosos y dulces.

    miércoles, 1 de septiembre de 2010

    Lacitos de hojaldre y leche condensada

    Forever young




    De pronto se abrió una ventana en su frente, y una brisa fuerte barrió por dentro su cabeza. Se llevó de golpe todas las telarañas que ni siquiera sabía que estuvieran allí. Entró la luz de los recuerdos y vivencias primeras. Y sintió que tenía 17 años.
    Entendió porqué en la adolescencia creas tu propia realidad.
    Entonces se viven en carne propia y nueva, esas experiencias que parece que no pudieran ocurrir más que una vez.
    Con una intensidad tan arrolladora que apenas te deja respirar.

    Recordó la emoción del primer amo
    r, el primer beso, torpe, robado en la penumbra del atardecer, el corazón acelerado en la garganta, las piernas temblando, la necesidad de mirar una fotografía cada 5 mn.
    La música de fondo, lo llenaba todo.
    Ya no tenía 40 años. Era joven para siempre.

    ¡Qué patético!. ¿Verdad?
    Sin embargo no puede dejar de pensar en ello. Mira las imágenes casi sin color, una y otra vez.
    Escucha la música y se deja llevar.


    Es la vida que la recorre por dentro.

    Ingredientes

    • Una lámina de hojaldre fresca, no congelada (la del Lidl está bien)
    • Leche condensada (lo que consideréis oportuno)
    • Miel. Una cucharada más o menos
    • Un chorrito de agua
    • Azúcar glass

    ¿Cómo se hace?

    Se abre la lámina de hojaldre. Se pincela toda la superficie con leche condensada y miel a partes iguales.
    Se pliega sobre si misma y se recortan rectángulos de un dedo de grosor más o menos. Yo lo hago con el corta-pizzas. Cada uno de estos rectángulos los volvemos a pintar , esta vez con leche condensada nada más.
    Los retorcemos un poquito. O sea los giramos, le damos una vuelta o dos sobre sí mismos. Los colocamos sobre un papel vegetal en la placa de horno.
    Horneamos a 180º hasta que se vean dorados.
    Sacamos del horno. Sin que se enfríen los despegamos del papel con una paleta. Estarán blanditos. Hay que tener cuidado. Después se endurecerán al enfriar.
    Los colocamos sobre una rejilla y los volvemos a pintar de nuevo con una mezcla de leche condensada, miel y agua. Espolvoreamos con azúcar glass abundantemente.

    Estoy de vuelta tras las vacaciones.
    Hay una frase de Pitágoras que dice: "la felicidad consiste en saber unir el final con el principio".
    Espero que sea así.
    Cambiar es muy importante. Evolucionar. Lo que se deja atrás tendremos que unirlo con lo que comienza.Las vacaciones me han traído cambios. He pensado y sentido cosas nuevas. Olvidadas, más bien.
    Y creo que el final de las vacaciones traerá más cambios aún. Ya veremos.

    miércoles, 21 de julio de 2010

    Minivolovanes de crema de queso y jamón



    Despiste

    ¿Qué podemos hacer con las personas que no se enteran de lo que ocurre a su alrededor?

    Yo: voy a estudiar un rato.
    Él: vale.
    Yo: la nena está en la ducha.
    Él: muy bien.


    Pasan 5 mn.

    La nena: mamáááááá
    Yo la oigo, y espero a que él se levante y vaya a ver qué quiere.

    Pero nada.
    Yo: vooooooy.
    ¿Qué ha pasado? Hay tres posibilidades.

    1º- Puede que no la haya oído. Poco probable, porque la nena grita con fuerza. Ha heredado una buena potencia sonora que le viene de las dos ramas familiares.
    2º- Puede que la oiga y haga que no la oye. Podría ser, pero eso supondría tener un nivel de morro por su parte del que, estoy convencida, carece.
    3º- La oye pero no se da por aludido. La nena ha dicho mamá. Por él no va, claro. Es decir, de la conversación anterior no se ha enterado. Por lo tanto no hay nada que reprochar, ya que no ha habido mala voluntad en la acción (omisión).


    Esta tercera opción es la más probable. Forma parte del carácter y despiste innato.
    Para mí, desesperante. Hago propósito de explicarme mejor la próxima vez.

    Próxima vez:
    Yo: voy a estudiar un rato...en la habitación del ordenador...
    Él: vale

    Yo: no voy a oír a la nena si llama, porque está en la ducha y yo voy a estar ocupada.
    Él: ¿en qué ducha?
    Yo: en La Ducha.
    Él: ah, ya la atiendo yo.
    Yo: puede llamar en cualquier momento y para cualquier cosa... tienes que estar al loro.
    Él: ya, ya, que no soy sordo,... ni tonto.
    Yo: ya lo sé. Es sólo por si acaso.
    Él: por si acaso ¿qué?
    Yo:... nada. Que me encierro.

    Pasan 5 mn.
    La nena: mamááááá.

    Silencio espectante.
    La nena: mamáááááaááá.

    Silencio sorprendido, de: no me lo puedo creer.

    La nena: mamáááááááááááááá.

    Ya está. Salgo sin decir nada. Atiendo a la nena. La saco de la ducha, le seco el pelo, le pongo el pijama...

    15 ó 20 minutos más tarde.

    Él: pero ¿ya has salido de la ducha?
    La nena: sí.
    Él (a mí): ¿por qué no me has dicho nada? Ya la había ayudado yo.
    Yo:................Ya. No pasa nada.
    Él: ¿Has podido estudiar?
    Yo: por supuesto, claro (dicho con ironía y mucho recochineo. Y un poco de indignación. Nada de esto es captado)

    Él: estupendo.

    A otra cosa, mariposa.Tendré que apuntarme a yoga, para que por lo menos me enseñen a respirar hondo y a contar hasta 100.
    Ya él se encarga de la nena mientras tanto ¿no?

    Ingredientes
    • Mini volovanes. Si sois manitas del hojaldre se puede hacer casero. Para mí es una asignatura pendiente, así que he utilizado de los que vienen en cajita de cartón.
    • Queso. Yo he utilizado queso Afuega´l pitu.
    • Nata líquida
    • Jamón
    • Orégano

    ¿Cómo se hace?
    Tenemos que transformar el queso, que es denso y fuerte en una crema, así que mezclaremos con batidora un trozo de queso con la nata. Vamos probando hasta que nos quede una crema no muy consistente. Al gusto de cada uno.
    Rellenamos los minivolovanes con la crema, con la ayuda de una manga pastelera con boquilla fina.
    Por encima colocamos el jamón, cortado en lasquitas pequeñas. Se puede torrar un poco en una sartén o en microondas, o ponerlo tal cual si está bien curado.
    Adornamos con orégano seco.

    Ya estoy de vuelta.

    sábado, 8 de mayo de 2010

    Mermelada de melón


    Pero hoy no; mañana.

    Caminaba tranquila, pero con cierto garbo, tirando del carrito de la compra como siempre. Cualquiera diría que iba atenta a su alrededor. Cruzaba la calle cuando el semáforo estaba en verde, saludaba a los conocidos, sorteaba los "regalitos" en la acera...
    Sin embargo iba pensando en sus cosas. Se daba cuenta de cómo se movían sus piernas, cómo temblaban sus carnes al caminar.
    Las pantorrillas estaban gordezuelas y alrededor de su cintura había un flotador (pequeño, eso sí), que se movía acompasadamente al ritmo de sus pasos. Había aparecido hacía unos meses, a partir del momento en que la nena se cambió a un cole más cercano. Esa caminata que tenía que hacer cuatro veces al día, subiendo y bajando el puente, la mantenía más o menos en forma.
    "Tensar glúteos, tensar glúteos" decía el instructor macizo de la tele. Sí, los glúteos se estaban poniendo orondos, también.
    "Esto no puede seguir así", se dijo. Sólo tengo cuar..taitantos. No es para ponerse fondona. Mira cómo están las actrices de Hollywood, Julia Roberts y Nicole Kidman sin ir más lejos.
    Y no vale decir que es porque ellas no tienen hijos, porque sí los tienen. Se cuidan y van al gimnasio. Ya, pero yo no tengo tiempo de ir al gimnasio. Tengo todo esto por recoger, si no hago la comida no comemos, tengo la compra, la colada... Esto también es ejercicio ¿no?.
    Es que a ellas les hacen las cosas. Sí, pero trabajan también. Y yo estoy en casa todo el día.
    Seguro que ahí está el problema.
    Mientras estoy en casa no hago más que picar, que si un trocito de pan con mascarpone, que es todo nata, que si una rodajita de fuet, con ese pan casero que tan bien me sale, un yogur, que es muy sano, con azúcar, claro.
    Si meriendan las niñas yo también meriendo, porque no he podido nunca desengancharme de la Nocilla.
    Y los bizcochos, ¡qué ricos!, el de yogur de siempre, el de naranja, éste con almendras con sabor a mazapán, el bizcocho cebra, o de chocolate, los brownies, madre mía; siiií y los buñuelos, los donuts caseros, ¡qué descubrimiento!, no tienen nada que ver con los otros,
    ¿Y las galletas? de trocitos de chocolate, de canela y jengibre, de mantequilla, también están los muffins, que ahora tengo ya unos moldes de corazón que quedan monísimos.
    Las tartas de queso son lo peor, de queso crema, untuosas, que se pegan un poco al paladar y no hace falta masticarlas, con el amargor del caramelo que contrasta con el saborcillo dulce. O las que llevan base de galleta crujiente, y mermelada por encima. ¡Aaaaaaah! las mermeladas caseras, de melocotón, de fresa, de piña, ... ¿se podrá hacer mermelada de melón?
    Basta, basta, ¿esto qué es?.
    No hago más que pensar en comida. Me estoy mareando. Debe de ser falta de glucosa por todas esas imágenes de dulces en mi cabeza. Voy a tomarme un trocito chiquitín de pan casero con el mascarpone que le copié a Miriam y........ sí, la descubrí, mermelada de melón. La culpa la tiene el blog.
    Esto tiene que cambiar.
    Pero hoy no.
    Mañana.

    Ingredientes
    • 600 gr de melón Galia un poco verde
    • 400 gr de azúcar
    • el zumo de medio limón
    • 5-6 tiras de agar-agar (se compra en herbolarios)

    ¿Cómo se hace?
    Se parte el melón en trocitos y se rocía con el azúcar. Dejamos reposar unas horas, 2 ó 3.
    Ponemos al fuego y trituramos. Dejamos cocer un poco. Añadimos el zumo de limón y las tiras de agar-agar. Seguimos cociendo hasta que vemos que espesa y no queda ni rastro del agar- agar, que se habrá disuelto totalmente.
    Envasamos como ya se ha descrito en mermeladas anteriores.

    Fuera culpas.

    miércoles, 10 de marzo de 2010

    Mis Mantecadas


    El paso del tiempo


    Se despertó.
    La claridad que se filtraba por las rendijas de la persiana siempre la despertaba. A veces el sol llegaba hasta su cama y calentaba las finas arrugas que adornaban su cara. Era una sensación agradable saber que ya había empezado un nuevo día.

    Se oía el bullir de la gente un piso más abajo, en la calle. Los puestos del mercado de los jueves ya se estaban colocando. Tumbada en su cama veía con los ojos cerrados, las montañas de naranjas y manzanas, las torres de zapatillas, las pilas de libros polvorientos, la ropa revuelta y manoseada. En todos los puestos había gente comprando. Los precios bajos en tiempos de crisis llenaban el mercado.

    Casi siempre bajaba a comprar algo, más que nada por pasear. Pero hoy no tenía ánimo para levantarse. Le dolía el cuerpo, le pesaban las piernas.

    Había soñado con su hijo, cuando aún era pequeño. Y eso siempre la ponía triste.

    Muchas veces se preguntaba por qué tenía ese sentimiento de culpa que se acentuaba a medida que se iba haciendo vieja. Si pensaba en su juventud, no había sido una mala madre. Siempre se ocupó de su hijo. Le alimentó, le aseó y le vistió como a cualquier niño. Le compró juguetes, que rápidamente olvidaba. Tuvo amigos, fue al colegio y aprendió todo lo que aprenden los niños.

    ¿Por qué, entonces, sentía ese peso ?

    Ahora, tumbada, empezó a recordar despacio la infancia del pequeño.

    Nació casi por sorpresa, como un descuido. Hay niños que nacen así. Algunos son intensamente buscados y otros nacen llevándole la contraria al mundo, con voluntad de hierro ya desde el vientre materno.

    Se recordaba a sí misma pensando: "no pasa nada, no importa, todo está bien" y el bebé dormía, recién nacido, en su cuna.

    Y ella no tenía ganas de cogerlo.

    A veces el niño lloraba, y tardaba un buen rato en atenderlo. Tenía otras tareas en que ocuparse. "No le va a pasar nada si llora un poco", decía. Y todos le daban la razón.

    No le pasó nada.

    Creció. Parecía contento. Jugaba y reía como todos los niños.

    Pero cada poco venía a abrazarla y, en un movimiento perfecto, tantas veces repetido, le daba uno, dos, tres besos. Y ella, la madre, le daba uno, casi de refilón, porque estaba leyendo y no quería perder el hilo.

    -¿Me dejas ayudarte a cocinar?, preguntaba el niño.

    _Noooooo. Voy más deprisa si lo hago sola. Contestaba casi gritando. Porque tenía que terminar rápidamente lo que estaba haciendo para pasar a otra cosa. Y él se iba sin decir nada.

    -¿Quieres jugar conmigo un rato?

    -¿Pero no ves que tengo muchas cosas que hacer?

    -¿Me ayudas a recortar este muñeco?

    -Es que estoy ocupada.

    -Toma, mami, te he hecho este dibujo.

    -Gracias, gracias. ¡Ale! vete a jugar a otra habitación.

    Se acordaba de los gritos, como los de otras madres.

    Las prisas, la falta de tiempo, los nervios.

    ¿Cuantas veces le había gritado al pequeño? Muchas, sabía que eran muchas.

    El niño aprendió sin que ella se diese cuenta. A vestirse, a comer solo, a leer, ¿cuándo aprendió su niño a leer? ¿Qué veía el pequeño en la televisión? ¿Cómo podía jugar a aquel juego tan complicado? ¿Desde cuándo sabía sumar? ¿Por qué se emocionaba tanto si alguien le daba un abrazo? ¿Cómo se llamaban sus amigos?

    Cuántas preguntas sin respuesta.

    Después todo fue muy rápido. Se despegó de su madre. Era cariñoso, pero no como antes. Ya no la besaba mil veces al día, ni le sonreía tanto.

    Al principio casi sintió alivio, pero al poco tiempo tuvo una sensación de frío que no sabía de dónde venía.

    A veces estaban los dos en casa y no se oía ningún ruido, enfrascados en sus cosas, cada uno en su habitación.

    Después se marchó. Cumpliendo años se fue con su vida a otra parte. Llamaba de vez en cuando. La madre quería charlar un rato, porque tenía algo que decirle, pero no sabía qué.

    Y colgaba el teléfono y se quedaba sola.

    Ahora, tumbada en la cama, escuchando los sonidos del mercado, sabía que tenía la boca tan llena de besos sin dar que se derramaban por sus ojos. Ahora quería abrazar a su hijo, y no podía. ¿Cuántas veces le tuvo sentado a su lado y sólo supo apartarlo? ¿Por qué no le había mirado nunca cuando le hablaba? ¡Cuánto echaba de menos la tibiza de su piel!

    ¿Qué era eso tan importante que tenía que hacer cuando su hijo era pequeño? Intenta recordarlo pero no se acuerda, no se acuerda, no se acuerda.
    .
    Se despertó.

    La claridad que se filtraba por las rendijas de la persiana siempre la despertaba. A veces el sol llegaba hasta su cama y calentaba su cara. Era una sensación agradable saber que ya había empezado un nuevo día.
    .
    -Mami, mami, ¿vamos a dar un paseo?
    Se levantó de un salto y abrazó a su hijo que venía corriendo por el pasillo.

    -Claro que sí. Vamos.

    Ingredientes
    • 2 huevos
    • 115 gr de azúcar
    • 150 gr de harina de repostería
    • 125 gr de mantequilla blanda
    ¿Cómo se hace?
    .
    Montar los dos huevos y el azúcar con las varillas, hasta que estén blanquecinos y hayan doblado su tamaño.
    Añadir la mantequilla y batir.
    Añadir la harina tamizada y mezclar.
    Llenar los moldes hasta 2/3.
    Espolvorear abundante azúcar.
    En el horno a 200º meter las mantecadas 5 mn, y después bajar la temperatura a 180º y dejarlas 10 mn más.
    Gratinar 2mn hasta dorar la superficie.

    lunes, 14 de septiembre de 2009

    Chipirones con cebolla

    Redacción en el primer día de cole

    "Hoy es el primer día de curso y como todos los años la "seño" nos ha pedido que hagamos una redacción sobre las vacaciones. A mí esto siempre me da mucha rabia, porque tengo que escribir mucho y luego nunca nos la devuelve. Yo creo que lo hace por cotillear un poco, y saber en qué hemos estado vagueando.
    Allá voy.

    Mis vacaciones

    En estas vacaciones hemos ido a la playa, como siempre. A mis padres les gusta mucho y a nosotras también, porque podemos bañarnos todo el rato y jugar con la arena y con nuestros amigos.
    Somos un poco pesados con eso de la playa, porque fuimos hasta en días de lluvia.


    Pero no nos importó. Cogimos la tabla y nos encontramos cara a cara con la tormenta.

    Otros días más fríos los dedicamos a pensar y relajarnos un poco. Eso dice mi madre, yo digo aburrirnos.


    En algunas playas daban ganas de echarse a volar, tan llenas de sol, con aguas transparentes.

    La playa estaba casi vacía, porque sólo los valientes como nosotros se atreven a ir en un día que amanece nublado. No se dan cuenta de que el sol está ahí detrás de las nubes y en cualquier momento puede aparecer.

    También nos gusta saltar olas, porque parece que estamos caminando sobre las aguas. Con el ruido del mar y el viento dándonos en la cara se siente uno un poco loco, pero nos lo pasamos fenomenal.
    Todo este lío playero da mucha hambre, así que de vez en cuando hay que parar para comer.
    Nos gustan los chipirones, que también vienen del mar.

    Seño: como ya sé que le gustan, le pongo la receta que me ha dado mi madre para que no me la pregunte luego.
    Ingredientes (para dos o tres personas)
    • Chipirones limpios.
    • 1 diente de ajo
    • 1 cebolla
    • Sal
    • 1 cucharada grande de azúcar
    • 1 hoja de laurel
    • 1/2 vasito de vino blanco bueno (yo uso un Godello de Valdeorras)
    • Aceite de oliva virgen
    ¿Cómo se hace?
    Ponemos un chorretón de aceite en una olla rápida. Aplastasmos un poco el diente de ajo y lo echamos en el aceite caliente. A continuación la cebolla picada no muy gruesa. Dejamos que se poche a fuego medio.
    Cuando ya vemos que se ha ablandado un poco le ponemos el azúcar. Removemos y esperamos un par de minutos. Añadimos la hoja de laurel y a continuación los chipirones. Cuando añadas los chipirones el aceite debe estar bastante caliente. Dejamos que se doren un minuto.
    Ponemos sal y regamos con el vino.
    Removemos un poco y cerramos la olla. En 15 mn estarán hechos.
    Tienen un dulzor que con el sabor de los chipirones va de maravilla.
    Podemos acompañar con patatas fritas, arroz blanco o con pan, para mojar en la salsa, que está buenísima.


    Después de reponer fuerzas volvemos a la playa, y como tenemos que esperar a que nos haga la digestión, pues buscamos conchas para coleccionar


    o hacemos un castillo.


    Además de ir a la playa también hemos hecho otras cosas. Como andar muuuuuucho en bici,


    o cruzar puentes escondidos en bosques encantados.

    Seguro que hice muchas más cosas, pero esto es de lo que más me acuerdo.


    ¡Ah! También jugamos a peleas con mi padre, que él creía que iba a descansar en vacaciones, pero allí estábamos nosotras para impedírselo.

    Fin"