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El más listo de la clase
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Últimamente esta frasecita es muy repetida en casa. Es un guiño de complicidad.
No nos referimos al que más cosas sabe, ni al empollón, ni al de cociente (que no coeficiente) de inteligencia más alto.
Con la frase de marras nos referimos al "listillo", al "pícaro", al que burla la autoridad y pasa por delante de los otros, de los pardillos que cumplen las normas.
Los más listos de la clase son los que, sin ser los más inteligentes, o incluso sin ser inteligentes en absoluto, están en puestos de responsabilidad, o se pasean en cochazos impresionantes sin tener ningún mérito especial, o tienen grandes negocios y empresas que les permiten tener estupendas posesiones.
Uno se pregunta ¿cómo habrá llegado fulano/a a estar ahí? Pero, este compañero o compañera de instituto que sabía hacer la "O" a medias ¿cómo es que está ahora de concejal de cultura?
Siempre tuvo ideas de derechas. Sin embargo el partido en el que milita es de izquierdas. ¡Qué raro!
O también ¡Fíjate! Menganito se presenta a una oposición y tiene más puntos que tú. ¡Qué curioso!
Pero si nunca ha trabajado y yo llevo un porrón de años.
¡Ah! son esos cursos de 100 horas que te haces en tres. Y yo sin enterarme.
La idea de trabajar duro para alcanzar un cometido está pasada de moda. Ahora lo que se lleva son los chollos, saber hacer contactos.
Los contactos. Son fundamentales.
Los hay que se cuelan en la fila de la compra, o que se colocan delante de ti para ver el espectáculo aún cuando han llegado los últimos.
O que venden un coche viejo como si fuera seminuevo, o que consiguen plaza en un cole que no es de su zona porque están empadronados en casa de un amiguete, y tú que vives al lado te quedas fuera.
Los hay que están forrados y vayan donde vayan les invitan (o les regalan trajes), que tienen un patrimonio millonario y consiguen que Hacienda (que somos todos) les devuelva, que predican la enseñanza pública y llevan a sus hijos a la escuela privada, que después de 8 años de trabajo van a cobrar una importante pensión íntegra, y tú te tendrás que deslomar para que te quede una de supervivencia.
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Pido perdón por esta retahila, pero es que llevo una temporada sintiéndome "la que no se entera de nada".
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Así llama Carlos Valencia a este cake en su maravilloso blog. Yo le he cambiado el nombre porque he cambiado algunos ingredientes, pero la idea original es suya. No quiero pasarme de lista. .
Ingredientes
75 gr de azúcar
2 huevos (100 gr)
75 gr de mantequilla en pomada
100 gr de harina
5 gr de levadura
un chorrito de zumo de limón
3-4 hojas de hiebabuena fresca
una pizca de sal
100 gr de arándanos secos
licor café (cantidad suficiente para empapar los arándanos)
¿Cómo se hace?
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Yo dejo los arándanos en remojo el día anterior, para que se empapen bien y pierdan su dureza.
Ahora mezclamos las yemas con el azúcar hasta que blanqueen.
Añadimos la mantequilla blanda y el zumo de limón. Batimos bien.
Las claras las ponemos a punto de nieve con una pizca de sal y las mezclamos con lo anterior con una espátula y mucho cuidado para que no se bajen.
Añadimos las hojas de hierbabuena cortadas muy finas.
A continuación añadimos la harina y la levadura tamizadas y mezclamos con espátula. Sin batir.
Añadimos los arándanos bien escurridos (veréis que casi todo el licor se queda en el cuenco) y mezclamos suavemente para que queden distribuidos por toda la mezcla. El licor que les queda es inapreciable y acabará de desaparecer con el calor del horno. Por eso creo que es apto para niños.
Ponemos en un molde de plum cake o en el que más os guste. Horneamos a 170º unos 30 mn escasos.
El aroma de hierbabuena en la boca junto a los arándanos queda delicioso.